Thursday, May 13, 2010

Enséñame, España

En toda Andalucía, más de 300 norteamericanos se afanan en enseñar su lengua y su cultura a españoles de todas las edades. Por sus servicios, reciben como recompensa nuevos amigos, recuerdos y lecciones de la vida que no olvidarán en mucho tiempo.

Por Danny Hart & Traducción: Mónica Martínez

El sol sale por la mañana y se pone por la noche. Eso es todo. Esta fue la respuesta de Maxime Lanman cuando le preguntaron acerca de las similitudes que ve entre su vida en Massachusetts y su vida en Utrera, Sevilla. Maxime, estudiante de Boston especializada en literatura española y biología, es una de los tantos lectores o auxiliares de conversación repartidos por toda Andalucía que forman parte del programa Teach in Spain. Al igual que otros participantes en este proyecto, ha ido descubriendo que las lecciones y el conocimiento a menudo se encuentran fuera de las aulas, que incluso a los profesores también se les puede enseñar y que el aprendizaje nunca termina.

CIEE (The Council on International Educational Exchange) es una organización dedicada a apoyar el aprendizaje y la enseñanza en el extranjero. A menudo, estas dos ideas se fusionan en una sola. Una de las oportunidades que ofrecen es el programa Teach in Spain, que admite a egresados universitarios estadounidenses y canadienses de cualquier especialidad. Aunque es recomendable que los solicitantes tengan una base sólida de español, por lo menos cuatro semestres a nivel universitario, también pueden participar aquellos que no cumplen con estos criterios, pero deben hacer un curso de lengua española organizado por CIEE. Los verdaderos prerrequisitos para participar en este programa son tener gran interés por la lengua y cultura española y un deseo de aventura.

Una vez aceptados en el programa, los participantes asisten a clases dirigidas a orientarlos en su nuevo entorno; la duración de estas varía dependiendo de las circunstancias de cada uno. Por ejemplo, si uno de ellos estudió en Madrid mientras estaba en la universidad, sus clases serán más cortas y menos intensas que las de otro que nunca ha salido de Wyoming. Al finalizar las clases, envían a los nuevos profesores a sus destinos en los colegios locales por todo el sur de España. En ellos permancen durante ocho meses, reciendo un salario mensual de 700 euros. Comienza así la aventura de su vida.

Todos los participantes de Teach in Spain colaboran en las clases como auxiliares de conversación. Ayudan unas 12 horas semanales a los profesores introduciendo en la dinámica de la clase la fluidez del idioma inglés y la cultura estadounidense. Observar a un estudiante aprender algo nuevo es uno de los aspectos más gratificantes del programa. Para Kirsten Hansen, estudiante de las afueras de Boston especializada en estudios norteamericanos, este momento no se hizo esperar. En una de las clases extracurriculares en las que ayuda, Kirsten dedicó tiempo a enseñarle a un niño a decir la hora en inglés. Cuando la madre de este llegó, él la recibió con un grito triunfal: “It’s 6:10!” La mirada de sorpresa y felicidad reflejada en el rostro de la madre estaba bien justificada: su hijo no había sido nunca capaz de decir la hora en inglés hasta ese momento.

Además de las clases diarias, los jóvenes norteamericanos enseñan a españoles de todas las edades aspectos sobre la cultura estadounidense. Maxime les mostró a sus amigos españoles la pasión que sienten los norteamericanos por las actividades al aire libre e hizo una fogata, donde asaron malvaviscos y contaron historias, aunque se apresura a señalar que estas últimas no salieron tan bien como esperaba.

Kirsten tiene un amigo que es profesor en Nueva York. Con su ayuda, creó un programa de “amigos por correspondencia” para mejorar el nivel de inglés de sus alumnos y también para ampliar sus horizontes y que pudiesen conocer a gente nueva. Ahora los estudiantes se escriben cartas, y ven cómo piensa y vive alguien de su misma edad al otro lado del mundo. Al introducir a los españoles en aspectos del patrimonio cultural norteamericano, los participantes de Teach in Spain establecen un intercambio activo entre dos culturas y sociedades diferentes.

Mientras el aprendizaje continúa en el aula, lo mismo sucede fuera de ella, con las enseñanzas que Andalucía y España en general ofrecen a los jóvenes profesores. Estas clases pueden ser simples, como la manera de preparar un tinto de verano, encontrar un apartamento, pronunciar expresiones en el español Andaluz (‘más o menos’ se convierte en ‘maomeno’) y la forma propia de animar en los partidos de fútbol.

Más allá de los ejemplos que se encuentran en el día a día, estos profesores aprenden cuestiones mucho más amplias. Para muchos, esta oportunidad es su primer contacto con el mundo real y la vida independiente. Dorianne Rodríguez, una participante que termina su compromiso con Teach in Spain en mayo, está recibiendo un curso intensivo sobre la realidad de la vida. Esta es la primera vez que vive por su cuenta sin el apoyo económico de sus padres. Dorianne describió Teach in Spain como “una transición perfecta hacia la vida en el mundo real”.

Después de haber estudiado cuatro años en el Boston College con el apoyo de sus padres, Dorianne ve la oportunidad de enseñar y vivir en España como un paso más en el camino a su próxima gran aventura: un trabajo a tiempo completo en Estados Unidos. Ahora tiene que administrarse el dinero, pagar las facturas, cocinar y limpiar, y todo ello mientras imparte clases de inglés a siete grupos. Encontrar un equilibrio entre su vida personal y profesional ha sido a veces difícil, pero al mismo tiempo gratificante. Aunque piensa regresar a Estados Unidos, está abierta a la posibilidad de volver al país al que ha llamado hogar durante los últimos ocho meses. “Tengo que irme para saber si este es el lugar adecuado para mí”.

Los estudiantes de la clase de Dorianne tuvieron dificultades al comienzo del curso, pues apenas comprendían los materiales básicos que les proporcionaba. Les llevaba mucho tiempo participar y aún más tratar de hablar en inglés. Mientras los estudiantes se esforzaban, también lo hacía su profesora. Dorianne es de Puerto Rico, por lo que habla español con fluidez. Como parte de su contrato con Teach in Spain, prometió no hablar español para que el inglés de sus estudiantes pudiera prosperar. Esta promesa resultaba difícil de cumplir, conforme veía que aumentaba la distancia entre ella y sus estudiantes. Lamentaba no poder hablarles en español para hacerles saber que comprendía las dificultades que implica aprender otro idioma. Pero poco a poco, sus alumnos comenzaron a comprender sus clases.

Dorianne ha notado una gran diferencia desde el comienzo del curso. Mientras superaban sus obstáculos, sin saberlo le ofrecieron la esperanza de poder hacer lo mismo con los suyos. Su mejor día del curso fue en una fiesta con comida internacional organizada por el colegio. Mientras comía y charlaba con otros compañeros de trabajo, sus alumnos tomaron la iniciativa de acercársele y hablar con ella en inglés. Jamás olvidará ese día, en que finalmente la vieron fuera de su rol de profesora y la aceptaron como a una amiga, riendo y hablando en una fiesta. Aunque su inglés está lejos de ser perfecto, Dorianne sabe que van a mejorar.

Algunas lecciones de la vida sólo se aprenden después de ponerlas en perspectiva. Este fue sin duda el caso de Lindsay Ashjian, ex-alumna de San Diego State University. Después de vivir casi tres meses en Jaén, su ciudad de acogida, Lindsay regresó a Fresno, California, para pasar unas vacaciones de dos semanas. Hizo lo inimaginable para tratar de saborear al máximo lo que es un hogar durante esos 14 días. Comió en su restaurante favorito, disfrutó de un fin de semana en la playa con el clan familiar, fue a ver a su hermana que jugaba en las eliminatorias de voleibol, pasó tiempo con sus mejores amigos y asistió a la boda de su hermano con toda su familia. Todo esto fue mucho más que un simple saborear el hogar.

Pero al aterrizar en España, comprendió algo de golpe. Quizá fue cuando se le cayó algo del bolso y en vez de Oh, my goshlo que salió fue “Ay, Dios mío”. O tal vez fue cuando se manejó con familiaridad en el transporte público español. Fuere lo que fuere, es innegable: Lindsay tiene dos hogares. Al verla entrar en el colegio, sus alumnos rápidamente formaron una fila para saludarla con “hellos” y abrazos, mientras le preguntaban de todo acerca de su otra vida. Caminaba con confianza por el barrio, encontrándose con gente conocida en cada esquina. Celebró ‘Acción de Gracias’, un fiesta norteamericana muy familiar, con su nueva familia y un grupo de amigos y compañeros. Dicen que el hogar está donde esté el corazón. Al trabajar de profesora en España, Lindsay pudo demostrar que es posible que el corazón esté en más de un lugar a la vez.

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